José Lapazaran apuesta por vinos de carácter y personalidad desde una bodega situada a casi 500 metros de altura

Herri Kirolak
José Lapazaran, nacido en 1963 en el barrio de Larruskain, en Etxebarria, se dedicó durante casi cuatro décadas al deporte rural en las modalidades de levantamiento de yunque, carrera con sacos de 80 kilos y levantamiento y giro de carro de 200 kilos y sokatira.

La gente se pierde de camino a la bodega de José Lapazaran; se desorienta cuando la carretera se estrecha y empiezan a aparecer desvíos a izquierda y derecha que conducen a caseríos y se desconcierta definitivamente cuando el hormigón sustituye al asfalto. La gente se pierde, pero termina llegando, y el esfuerzo merece la pena. Allí, a media ladera de una cuesta muy pendiente, se alza majestuoso el caserío Jauregikorta, en el barrio de Maume, en Muxika, donde esta antigua estrella del deporte rural se ha asentado para producir el txakoli con el que soñaba desde que en 2008 se introdujo en el mundo del caldo blanco autóctono. Su carrera, no puede definirse de otra forma, ha sido fulgurante, pues su primer vino fue elegido, junto al Mendiolagan de la bodega Bizkaibarne (Orozko) como txakoli ‘institucional’, el que representa a la Denominación de Origen Bizkaia bajo un etiquetado propio. No es, sin embargo, el primer hito de Lapazaran en la materia, ya que trabajaba en la bodega Gurrutxaga (Mendexa) cuando uno de sus txakolis obtuvo 91 puntos sobre 100 en la guía Parker.

Campo con hambre

Lapazaran quería independizarse, montar su bodega para hacer «vinos personales, auténticos, con carácter y un punto de acidez equilibrado, un producto que se pueda identificar». Buscaba un terreno de 10 o 12 hectáreas con derecho para plantar viñedos y en 2016 le surgió la posibilidad de adquirir una bodega rodeada de 25 hectáreas con viñas de 10 años de antigüedad pertenecientes a la variedad Hondarribi Zuri, aunque un 15% de la superficie se reserva para Hondarribi Beltza y Riesling, la madre de los vinos del Rin. Lapazaran se encontró con un viñedo descuidado para cuya recuperación necesitaba una acción inmediata para eliminar enfermedades y plagas y una poda agresiva. La tarea ha surtido efecto, pues si en 2016 recolectó 24.000 kilos de uva, este año espera alcanzar los 150.000 kilos y calcula llegar a los 250.000 en dos años. «El campo tiene hambre, queremos poner la tierra a pleno rendimiento», añade Elena Ruiz, esposa de Lapazaran y encargada de asuntos administrativos y de gestión.

Fuertes pendientes

Y no es una tarea fácil. La finca se divide en 17 parcelas en pendiente; en algunos casos, la inclinación del suelo ronda el 50%, lo que dificulta sobremanera cualquier labor, sea a pie o mecánica. De hecho, José Lapazaran es el único que se atreve a meter el tractor por las rampas imposibles en las que crecen los viñedos y para ruedas que garanticen que la máquina no saldrá deslizando a las primeras de cambio: las delanteras con de metal y las traseras están literalmente forradas de cadenas. En el frontal lleva, además, una pala que, en caso de emergencia, se vuelca para frenar la marcha. Su ubicación a 450-500 metros sobre el nivel del mar, excepcional entre los viñedos vizcaínos, es un aliado de Lapazaran en la búsqueda de ese vino personal. A esa altura, más ventoso, crecen las uvas que se vendimiarán por medios manuales entre octubre y noviembre, las mismas que en un año de existencia le han permitido sacar al mercado dos líneas: el clásico (elegido como txakoli ‘institucional’ y, después, por el Club Rotary

Jose Lapazaran - ElCorreo

como caldo solidario) y el 27, cifra que representa el número de txapelas obtenidas por Lapazaran como campeón de Euskal Herria en diversas modalidades de Herri Kirolak. El primero es un vino más tradicional, con un toque ácido y un sobresaliente sabor a fruta que se resiste a desaparecer de la boca. El 27, por su parte, se beneficia de la fermentación en lías y supone un cambio radical en texturas, pues es, desde el punto de vista del lego que escribe estas líneas, más cremoso, un vino más maduro. El futuro para esta bodega está, sin embargo, cerca: en diciembre llegará el tercero de la saga, criado en barricas nuevas de roble, mientras que para un futuro inmediato aguardan el proyecto de un txakoli tinto y un cava. Más pronto que tarde, incluso los perdidos encontrarán el camino hasta Lapazaran.

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